La primera de la lista
Por: Miguel Villaverde Cisneros
20/05/20
Oficialmente, mi primera enamorada fue Erika. No recuerdo cómo nos conocimos. Era un poco mayor que yo, trabajaba en una peluquería ayudando a su tía, que tenía un trasero muy grande y bien cuidado, mis amigos fantaseaban con la tía, la verdad yo también. A Erika le gustaba el futbol, se sabía la alineación de la selección peruana, con suplentes y todo. Pero a mí me daba palta llevarla al campeonato barrial o a un tono, era muy bullanguera.
Yo iba los sábados por la tarde a buscarla y nos perdíamos en el bulevar o un tono que nunca faltaba, siempre lejos de mis amistades. Caminaba casi diez cuadras, en ese tiempo era pan comido. Recuerdo que de puro pendejo llevaba cigarrillos, ni me gustaban, no sabía fumar. Era para hacerse el bacán por ya haber terminado la secundaria.
Pasó el primer mes y no tenía un plan claro para acostarme con ella. Me vi obligado a trabajar para llevar cabo mi maléfico plan. Muy primigenio, muy básico, pero necesitaba un poco de dinero.
Un día fui decidido a dejar atrás mi castidad y pasar al bando de los debutantes. Me bañé, me puse mi mejor ropa, me la quería llevar a un hostal. No lo conseguí, ella no me dejó ni oler. Estaba indispuesta, le había venido Andrés. Para mí era algo nuevo. Súbitamente, se me fueron todas las ganas y me entró como un escozor y un escalofrío medio extraño, todo eso en los huevos.
Fue una etapa de amor sincero y virginal, eso me decía ella. A escondidas cómo casi todos, ausente de la realidad. Crease un mundo aparte, de fantasías y emociones que sólo tienen protagonistas a dos personas. Dónde los demás terminan sobrando, un poco egoísta a mi gusto. Pero en aquel momento me sentía incalculablemente extasiado.
A la semana siguiente se me insinuó, esta vez a iniciativa de ella, ya sin Andrés. Me citó a su casa, sabía yo que sus padres no estarían y sus hermanos irían al partido de futbol. No tenía planeado yo nada para ese día, aún con el bochorno del intento fallido. Sin embargo, yo había empezado a cargar preservativos en la billetera, era más una monería que una necesidad, se me rompían por tenerlos semanas tras semanas, esperando el ansiado debut.
Llegué a su casa, se asomó por la ventana, a ver que no haya sapos. Entré sigilosamente y subí a su habitación.
Se disculpó por lo de ese día y me besó, fue tan apasionada que logró encenderme, venía con lenguazo incluido. Pero me sentía nervioso. Me dijo: ¡Quiero hacerlo!
Estas segura, le respondí.
Cerrando sus ojos me dijo: ¡Hazme tuya!.
Pero ella no me bajó el cierre del pantalón ni yo tuve el valor suficiente para hacerlo. Esperaba que ella lo hiciera, justo una noche antes había visto una película 3X, dónde eso era así. Hasta ahí, un amor casto, virginal pero muy perverso. Cuando decidí tomar riendas y finalmente hacerlo. Llegaron sus hermanos, el partido se había suspendido por la lluvia.
Tenía 17 años y yo seguía siendo virgen.
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