Por: Miguel Villaverde Cisneros
04/05/20
Un mayor de la policía vivía en el centro de lima, con su esposa y sus dos hijos. Trabajaba en el día, no cobraba poco para ser mayor, pero él quería más. Se dedicaba a ‘algunos negocitos’, si podría llamársele así. Compraba insumos de aseo para la protección del cuerpo policial, a menor precio y los facturaba casi al doble, un negocio un poco turbio, de los cuales la prensa ya comienza a hacer comidilla por estos días.
Para muy ocupado confabulándose con otros encargados de la institución, así que casi nunca se encontraba en su casa. Su esposa, es tía de Andrea, y se la trae a casa porque ésta no tiene más dinero para sobrevivir en Lima, tampoco puede regresar a su provincia natal, debido a la inmovilización social. Andrea, ayudaría en los quehaceres de la casa hasta que todo esto pase. Pero con el pasar de los días la trataban peor que a una sirvienta.
La esposa no trabajaba y era maniaca de las redes sociales y las películas de Netflix: todo el día estaba revisando su teléfono, chismeando las miserias ajenas con sus amigas, y viendo películas de acción. Andrea, tan jovencita, hacía todo: cocinaba, lavaba, planchaba, limpiaba, ordenaba los cuartos de los chicos, y hacía las compras, todo sin quejarse, sin guardarle rencor a la realidad injusta que le toca vivir.
Era casi las 11 pm del sábado.
Muy borracho y agresivo, el policía regresa a su casa y entonces Andrea le sirve la comida. De madrugada, cuando la esposa del policía coimero dormía, este se metía a escondidas en el cuarto de Andrea y abusaba sexualmente de ella. Con apenas diecisiete años, Andrea quedó embarazada del triste célebre policía coimero. La esposa del policía, nunca notaba nada de lo que ocurría en su casa. Pero le pareció extraño que su esposo venga siempre temprano, la dejó un poco preocupada. Días después, Andrea le contó que el policía la violaba: de súbito, la esposa del policía la abofeteó y la mandó a callar, con una mirada fija en el rostro.
Al día siguiente, la echaron de su casa, Andrea no tiene más remedio que regresar a su provincia natal, con todos sus problemas y con un embarazo no deseado. Sin dinero para comer y sin muchas pertenencias, decide ir caminando, parece todo echado para Andrea, sin mayores esperanzas. De pronto, en el camino, encuentra a muchos de sus paisanos. Casi las mismas historias, todas van andando por las carreteras de lamentos y decepciones de Lima, la gris. No hay justicia para ella, parece que no.
Como Andrea, cientos de casos de abusos y maltratos durante esta cuarentena.
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