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Una plática con la muerte

Por: Miguel Villaverde Cisneros

05/07/20

Hoy leía unas líneas que escribí de adolescente, un tanto confundido entonces, no llegué ni a la mitad y me venció un profundo sueño que revivió algunos temores de aquel entonces. Algunos conceptos que no me han abandonado del todo.

Soñé con un viejo amigo, que nunca se había atrevido a responderme, ni visitarme. Soñé con sus señales antes de mi tragedia y luego lo veía de espaldas irse, sin decir nada.

Soñé con la muerte, manos firmes y rostro de mujer, con mente de sabio.   

Sin darme cuenta la muerte se había sentado a mi lado, de manera sutil y muy atrevida. Y me soñé en ese instante.

-Tardaste!
Le reclamé a la desdichada. Inclinando la mirada sin volver el rostro, pero muriendo de miedo a la vez.

Ella me arrebato el cigarro y fumo un poco.

-Aún no vengo por ti, pero como siempre eres tan ansioso y piensas seguido en mí, te quise pasar a saludar. Caminas incansable pensando en cuando vendré. Parecía conocerme.

Le arrebate el cigarro y lo apague.

– Ni la muerte me quiere ver!
Agarré un poco de valor y sonreí irónicamente.

Ella suspiro y agacho la cabeza con resignación. El cigarro que había yo aventado, lo tenía ella prendido. El que agachó la cabeza fui yo.

– ¿Puedes al menos dejarme descansar un poco?

Sabes no eres el único que piensa en mí.

De por si es fastidioso tener que andar yendo y viniendo. Como para que quieras acapararme con tus pensamientos furtivos y suicidas.

¿No puedes pensar mejor en Dios o en el diablo?

-Dicen que Dios es muy bueno para escuchar deseos egoístas y el diablo nunca da nada sin pedir algo a cambio.

– volteé la mirada. No creo ni en Dios ni en el diablo.  


¿Y yo debo de cargar con tu miseria?

Contestó escondiendo media sonrisa, con dientes filudos.

Saqué otro cigarro y lo encendí, un poco temblando.

Ella me lo arrebato y lo aventó lejos.

-Y también eres tramposo.
me dijo, cómo si me conociera.

-tus vicios no te harán apresurar las cosas.

Convengamos que la muerte era muy astuta. También adicta al cigarro.

-Está bien.

Dejare de pensar en ti., pero no dejes de pasar a saludar de vez en cuando.

Me gusta sentirte cerca para recordar que aún quiero vivir un poco más, cumplir ciertas locuras y desechar algunos prejuicios de mi adolescencia.

– Que extraño eres… sonrió mientras se desvanecía entre las sombras de mis recuerdos perversos.

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