Yo soy el que protesta. Yo he quemado la llanta al medio de la carretera. Yo soy el que ha cargado piedras enormes, entre varias personas, para llevarlo a la panamericana. Yo soy el que no deja pasar tu camioneta 4×4. Yo he destruido las casetas en los fundos. Yo soy el que grita enfurecido. Yo soy un obrero de campo. Yo soy el que derrama su propia sangre por un poco de justicia. No voy a esconderme esta vez.Vengo desde las afuera de Ica, La Libertad y lo más recóndito de la patria. Las afueras tienen varios nombres. Miles de nombres. Pero, puedes llamarnos simplemente como «los de las afueras». Es más fácil. En estos pueblos no hay río que cruce. No hay alameda. Los niños hunden sus piececitos descalzos en el arenal que hierve. El agua se compra en baldes. El sol es gratis.Yo soy el que protesta.Es un hartazgo.
Nos hemos juntado en el Cruce y mientras esperábamos los buses alguien preguntó ¿Cuándo se va acabar esto?, ¿Cuál esto? Le dijo otro. ¿Esto de la ley de agroexportadoras? Nunca, le dijeron otros dos. Y luego por todos lados se alzaron las voces, pero todos llegaron a la misma conclusión: Nunca.
Una madre murió a los 50 años. Ella era obrera de campo. Cada vez que llegaba a su casa en Las afueras, escuchaba su queja, su llanto, su resignación. Se rascaba sus manos hasta hacerse llagas porque el insecticida que echaban en la plantación era muy fuerte. Perdió la vista por los hongos que echaban en la cebolla. La llevaban en camiones hacia los fundos por tres o cuatro horas. Trabajaba doce horas de pie. No tenía vacaciones. Seguro de salud. Ni beneficios. Su cuerpo era un palito de fosforo que se arqueaba mientras el fuego le bajaba lentamente. Ya murió.
Me hice la misma pregunta ¿Cuándo se va acabar todo esto? El capataz nos insulta. Nos llama vagos si levantamos el cuerpo para suspender el dolor de estar agachados tantas horas. Le dijimos que compre sombreros con protector solar, porque en las noches la cabeza duele y parece que va reventar. Le pedimos uniformes. Le solicitamos que no usen insecticidas que nos arde en los ojos y nos abre heridas en las manos. Le pedimos una botellita de agua para beber. Le pedimos vacaciones por 30 días al año. Le pedimos CTS, aguinaldos…Estamos hartos…Fuimos al fundo muy temprano.
El capataz me vio protestando y me anotó en su cuaderno de sanción. Yo seguía gritando. Me anotó otra vez. Y otros también gritaron. Y otros también. El capataz ya no pudo anotar porque la voz tenía mil cabezas.Y entonces el hartazgo había empezado. ¡Éramos tan pobres que solo teníamos trabajo!.- A los que luchan, ellos son #nuestraPatria
Deja una respuesta